¡Hola de nuevo!
Hoy comparto con vosotr@s la que es para mí la entrada más especial, donde os contaré mi experiencia como mamá matrona. Y especifico lo de “matrona” porque creo que se vive distinto.
Es una parte muy personal de mi vida y hasta ahora no tenía claro si quería escribiros algo así o no. Pero después de dos meses y viendo lo mucho que os interesáis por estos temas, me he decidido a hacerlo.
Espero que os guste J
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Podría haber titulado esta entrada como “Mi Parto”, pero yo entiendo “parto” como el nacimiento de un bebé por vía vaginal y no abdominal. Sí, fue una cesárea. Y para mí la cesárea más bonita del mundo.
Pero empecemos por el principio.
Supe de mi embarazo cuando estaba de unas 6 semanas y fue en uno de los altos que hicimos en el Camino de Santiago. En ese momento me invadieron un sinfín de sensaciones: alegría, euforia, miedo, nervios… Un embarazo buscado y muy querido que intenté disfrutar tanto como pude “a pesar de” ser matrona. Y digo “a pesar de” porque como matrona embarazada te pasan mil cosas por la cabeza. En esos momentos simplemente quieres ser una de esas muchas mujeres inocentes que no sabe tanto sobre el tema.
Os cuento todo esto porque por alguna extraña razón y al contrario de lo que yo pensaba, ese miedo se me fue yendo a medida que se acercaba el día del parto. Era algo así como una sensación de “qué sentido tiene preocuparse sobre algo que va a pasar sí o sí: el nacimiento de L”.
Y madre mía cuánto le costó decidirse… tras 3 maniobras de Hamilton consentidas al final hubo que inducir a las 41 semanas por una preeclampsia que se diagnosticó por casualidad ese mismo día. Cuando estaba embarazada siempre dije que lo que no quería era acabar con una inducción de nosecuantosdías para luego acabar en quirófano. Y cosas del destino: así fue.
Pero para mi sorpresa no fue ni mucho menos “tan horrible” como imaginé que podría llegar a ser. De hecho, y no lo digo por decir, volvería a tomar las mismas decisiones a pesar de que ello significase pasar por el mismo proceso.
FOTO: Monitor en triaje a las tantas de la mañana por reducción de movimientos fetales. Las contracciones las tuve durante más de 24 horas antes de ingresar...
Como matrona oigo mucho hablar sobre las cesáreas innecesarias y los traumas que eso conlleva, sobre los PVDC (parto vaginal después de cesárea) y un largo etc. Pero pocas veces he leído/oído hablar de lo bonita que puede llegar a ser una cesárea. Y es que en mi caso, en ningún momento he sentido que he fracasado ni cambiaría las cosas para que L hubiese nacido por vía vaginal en vez de abdominal. A día de hoy todavía me emociono cuando recuerdo lo bien acompañada que me sentí en todo momento. Por no decir lo tranquila que estaba de sentirme rodeada de excelentes profesionales. Aunque claro, imagino que conocer a tus compañeros y saber cómo trabajan también ayudó.
No sé si me hubiese sentido del mismo modo si no hubiese pasado por trabajo de parto, pero por suerte o por desgracia pude vivir las dos caras de la moneda: estar de parto y acabar en quirófano.
En fin, vamos al grano y a lo que puede que os interese más:
Yo llevaba con contracciones –que no eran de parto pero dolían mucho- más de 24 horas cuando ingresamos. Como ya estaba dilatada a 2cm decidieron saltarse las prostaglandinas y directamente romper la bolsa. Esto se basa en el protocolo de inducción al parto de este hospital en concreto, en el que se decide una cosa u otra según el “Bishop Score”.
La matrona no estaba segura de si había conseguido romper la bolsa porque sólo salieron unas pocas gotas de líquido amniótico de color rosa, así que decidimos esperar dos horas y ver qué pasaba. En esas dos horas se aconseja que la mujer se movilice para favorecer las contracciones, pero yo estaba tan cansada que no podía hacer otra cosa que intentar dormir entre contracción y contracción.
Pasaron las dos horas y de allí ni salía más líquido ni había más contracciones, de hecho diría que incluso menos. Lo intentó de nuevo mientras yo usaba el óxido nitroso para distraerme y me pareció una experiencia bastante dolorosa y desagradable, pero nada comparado como cuando lo intentó el obstetra después de ella. Puede que de todo lo que recuerdo, sea esto lo peor. Ahora sé perfectamente lo que sienten las mujeres cuando les rompo la bolsa (siempre justificadamente, por supuesto).
El hecho de que no saliese a penas líquido y que más adelante mi hijo desarrollase una infección de causa desconocida, me hace pensar que quizás tuve una pequeña rotura de bolsa unos días antes y que pasó desapercibida. Es una idea que me ha estado rondando la cabeza durante mucho tiempo y de la que me siento culpable, porque de no haber sido matrona quizás hubiese acudido a triaje para descartarlo. En fin, es algo que ya no puedo cambiar. De lo que sí me quedo con ganas es de haber sentido esa “explosión” o “cascada” de líquido amniótico que muchas mujeres tienen, tipo como en las películas. De momento parece que es algo que nunca sentiré en mis propias carnes.
Romper la bolsa no consiguió iniciar el parto, por lo que el siguiente paso era oxitocina sintética intravenosa. Yo sé lo que es porque lo he visto muchas veces, por lo que dije que si ese era el plan entonces quería la epidural primero.
Sobre si planeaba epidural sí/epidural no: sinceramente tenía un plan de parto muy flexible, según se diesen las circunstancias. Pero una vez comenzamos a intervenir en el proceso de parto, creo que es casi inevitable seguir interviniendo en algo que dista de ser natural. Si hubiese llegado al hospital de parto y tolerándolo más o menos bien no hubiese tenido inconveniente en intentarlo sin epidural, pero con una fase latente tan larga y con oxitocina a la vista se desvaneció la idea de hacerlo sin ella.
Y qué decisión tan buena: en cuestión de 10 minutos ya había bajado el dolor de un 10/10 a un 2-3/10. Qué gusto. Me entraron unas ganas de dormir que me moría. En las últimas 24 horas había dormido unas… ¿dos horas? Así que cuando por fin estábamos con epidural + oxitocina me pegué el mejor sueño de mi vida. Mi marido estaba sentado en un sillón y no creo que pudiese dormir mucho, pero descansó un poco y seguro que lo agradeció también.
FOTO: Una de las pocas veces que miré el monitor ;)
Os preguntaréis cómo es eso de ser matrona y estar de parto: pues mejor de lo que imaginaba. Pero estoy segura de que otro gallo cantaría si no hubiese sido porque tuve la grandísima suerte de elegir a mis matronas. Algún privilegio tenía que tener por trabajar allí… ¿no? Seguro que en otras profesiones pasa igual y yo que me alegro por ellos ;)
Confío 100% en estas personas y sabía que tanto yo como mi hijo estábamos en las mejores manos. Esto me permitió desconectar y no estar pendiente del monitor, que es lo que siempre hago cuando estoy trabajando. No me preguntéis cómo, pero lo hice. Sentí por primera vez en 9 meses que por fin podía delegar en alguien y no llevar todo el peso de la responsabilidad en mis hombros. Ahora entiendo también cómo algunas mujeres simplemente se dejan llevar y quieren que les aconsejes y acompañes en todo: es cuestión de establecer esa bonita relación de confianza.
Así pasó la noche y llegó el turno de día, con el que se decidió una cesárea urgente por sospecha de sufrimiento fetal. Conseguí llegar a los 6cm de dilatación, pero a L parece que no le hacía gracia la idea de seguir mucho más tiempo con aquel plan.
Recuerdo la cara de alivio de la obstetra cuando le dije: “R, no te preocupes. Si hay que ir a quirófano me parece bien. Lo que haga falta para que este bebé nazca sano y bien”. A lo que ella me contestó: “Pues menos mal que me dices esto, porque justo venía a decirte que creo que hay que acabar en cesárea”. Y digo “alivio” porque parece que nos empeñamos en ver el parto vaginal como algo ideal y la cesárea como un fracaso, cuando sinceramente yo no lo veo así.
Creo que las cesáreas existen para cuando se necesitan y que gracias a ello se salvan vidas.
Es este uno de los motivos principales por los que creo que es importante ir a paritorio con un plan de parto abierto y flexible, que se adapte a cada situación. Me da mucha pena ver a esas mujeres que vienen con un plan cuadriculadísimo y se van a casa decepcionadas si por desgracia no ha salido todo como ellas esperaban. Y creo que esto es algo que se puede evitar desde atención primaria con las clases preparto.
En fin, que me desvío del tema como muchas otras veces que me sale la vena matronil. No puedo evitarlo. Prosigamos.
L nació a las 15:25h de un 21 de mayo (¡cómo pasa el tiempo!). Mi marido a posteriori no paraba de decir que no podía entender cómo estaba yo tan tranquila. Y es que él no lo dijo, pero le conozco bien y sé que estaba nervioso. Me imagino que estar en un ámbito que no conoce y sin apoyo familiar se le hizo un poco cuesta arriba (nuestra familia estaba en España y nosotros en Inglaterra). Como os comenté, él estuvo a mi lado en todo momento y eso incluye quirófano. Esto se hace así con todos los acompañantes, excepto cuando la mujer está bajo anestesia general o en situaciones de emergencia que puedan ser demasiado estresantes para el acompañante.
FOTO: Piel con piel en quirófano.
Allí estaban todos esos profesionales, sonriéndome sin parar y dándome conversación para distraerme y quitarle hierro al asunto. Todos trabajando en equipo por un bien común: mantenernos a salvo. Qué distinto se ve desde el otro lado: ahora comprendo también esa necesidad que tienen las mujeres y sus familias de dar las gracias cada cinco minutos. Y es que el agradecimiento es tanto que no se puede explicar. Qué manera tan bonita de llevar a cabo una cirugía mayor, qué delicadeza y con qué cariño lo hicieron todo. Yo les estaré eternamente agradecida y lo recordaré siempre con infinito cariño.
L por suerte nació con apgars 9-10 y le pusieron enseguida sobre mi pecho, piel con piel. Nació con un caput tremendo (cabeza en forma de cono), hinchado y morado. Recuerdo que me dio mucha impresión ver a mi hijo así y no, no me pareció guapo. Me faltó poco para decirle a la matrona que había cambiado de opinión y que prefería no tenerlo piel con piel. Me llamaréis loca: pues adelante. Pero digo las cosas tal y como las sentí y sé que no soy la única. Además como matrona agradezco conocer estas cosas de primera mano tal cual se sienten.
Ahora bromeo con mi marido y él me confesó que pensó lo mismo: qué feo es el pobre.
Por suerte “se arregló” a las pocas horas y ahora es el bebé más bonito del Mundo Mundial :D
¿Creéis que lo de “vamos a ponerle el gorrito” es sólo para que no pierdan calor? Jajaja. Y mira que he visto muchiiiísimas veces a bebés así, pero cuando es el tuyo la cosa cambia.
En quirófano un compañero hizo muchas fotos (¡gracias!) y tenemos un recuerdo super bonito de todo: de cuando la matrona le hizo la primera revisión a L, de nuestra placenta, de cuando Papá le sostuvo por primera vez, etc. Esto lo hacemos con cualquier persona que nos lo pida, así que no tengáis miedo de pedirlo y no os arrepentiréis.
Mi placenta tenía forma de hoja de trébol, lo cual me parece muy chulo JAdemás tenía algo así como un “depósito de grasa” de color amarillo en la cara materna que no había visto en mi vida y sigo sin saber qué es. Mi placenta, por supuesto, tenía que ser especial teniendo en cuenta que ya se me ha bautizado de “la friki de las placentas” xD
FOTO: Mi placenta otra vez :D
De quirófano nos pasaron a una habitación privada (suele ser compartida) para la recuperación tras la operación. No bajamos a planta hasta bastante tarde ya por la noche por cuestiones varias que prefiero no contar. En planta también pudimos disfrutar de una habitación privada y la primera noche fue bien dentro de lo que cabe.
Con el pecho no tuvimos mucho problema hasta el día siguiente, que fue cuando empezó a dolerme bastante. Si todo iba bien nos iríamos a casa al día siguiente… pero qué equivocada estaba.
Tuvimos una estancia hospitalaria de nada más y nada menos que… ¡9 intensos y largos días! Resulta que durante ese primer día posparto notamos que L tenía una frecuencia respiratoria más elevada de lo normal, por lo que tras avisar a la matrona L acabó admitido en la UCI neonatal para tratamiento antibiótico. No sin antes haber perdido un 13% de peso a las 48 horas de vida, de haber pasado por una frenulotomía, por nosecuantas cuantas analíticas, rayos X y varias vías intravenosas. Menos mal que el pobre no se acuerda de nada… Pero quien sí se acuerda de todo es su padre, que fue quien se lo comió todo con patatas mientras yo seguía en la habitación de planta.
A L sólo se lo llevaban para el tratamiento antibiótico y poco más, el resto del tiempo estaba siempre con mamá y papá que le daban todo el amor del mundo.
FOTO: las manitas de L. La del calcetín es donde llevaba la vía. En la otra manita se ven los tres intentos de vía con su respectivo hematoma.
Esos días en la planta de maternidad, al contrario que mi estancia en paritorio, fueron duros y lloré bastante –algunos días más que otros-. El trato que recibí por el personal en la planta fue, una vez más, buenísimo. Pero entraban a la habitación cada dos por tres y no nos dejaban a penas descansar… eso es algo que sin duda creo que debería mejorar. Y que intentaran reducir al mínimo las interrupciones, como por ejemplo haciendo coincidir la revisión de la madre con la del hijo o algo así. Pero entre la mujer de la limpieza, la de la comida, la matrona, la fisioterapeuta, la obstetra, la pediatra, la auxiliar, etc. allí casi nos volvemos locos. ¡Y eso que no tuvimos visita familiar hasta el último día! Sino ya era para mear y no echar gota.
La llegada a casa fue agridulce porque esa misma noche mi marido ya tenía que trabajar. Se supone que le tocan dos semanas seguidas de paternidad que comienza el día del nacimiento, pero su jefa la lió gorda y de aquello salió algo raro que dejaba que desear. Así que mi suegra amablemente se quedó a dormir conmigo y me ayudó mucho con el peque. Pero aquello no era ni parecido a lo que yo siempre imaginé que sería el primer día/noche en nuestra casa siendo tres, independientemente de la mucha o poca ayuda que recibiese de terceras personas.
FOTO: Por fin salimos del hospital.
De esas primeras dos-tres semanas recuerdo el agobio de encontrarme mal físicamente y muy sensible emocionalmente. No podía salir de casa porque me mareaba enseguida y tampoco podía dar el pecho fuera de casa porque me dolía demasiado (de esto tenéis una entrada entera dedicada a la LM). Cuando miro las fotos pienso: “¿de verdad era tan pequeñín?”. Es casi como si siempre hubiese sido tan grande como es ahora a los dos meses, se me hace todo un poco borroso.
Si pudiese hablarle a mi yo del pasado le diría: respira, todo es pasajero y todo mejorará. Pero al fin y al cabo el posparto es sólo una etapa más de la que se aprende mucho. Es también una etapa en la que la relación con tu pareja se pone una vez más a prueba: el no dormir, el estrés de ser padres primerizos, estar en el extranjero lejos de familiares y amigos, el haber comenzado “con tan mal pie” (inducción, cesárea urgente, hemorragia posparto, infección de L, mil problemas con la LM, etc.)… Fue todo un cúmulo de cosas del que se sale más fortalecido, independientemente de que en algunas cosas pensáramos distinto y a día de hoy aún me duele que no supiera ver mi punto de vista. Pero eso es otro tema.
FOTO: Por fin en casa.
¿Tendré más hijos? En un principio no, pero si se diese el caso puede que directamente optase por una cesárea programada por cesárea anterior. Si me pusiese de parto espontáneamente imagino que intentaría la vía vaginal, pero de lo contrario no lo tengo tan claro. Creo que las matronas “somos un poco brujas” y yo siempre he creído que las cosas pasan por algo. Creo que el hecho de que nunca me pusiese de parto espontáneamente, que la dilatación fuese más o menos lenta y que mi hijo tuviese uno de los caputs más enormes que he visto nunca indicaban que por allí (el canal del parto) no iba a salir. Y no sé por qué tendría que ser distinto con un segundo embarazo, a no ser que se predijese un peso fetal mucho menor. Por cierto, L pesó 3.6kg y yo sólo mido 160cm, por lo que era un bebé grande para mí. ¡Me imagino que con 41+1 tuvo tiempo de sobra de crecer y engordar!
Y sobre la LM más de lo mismo: me ha ido tan mal la primera vez, que puede que directamente ni lo volviese a intentar a pesar de haber oído tantas historias de que “cada bebé es un mundo” (y las creo). Y esto es importante que como matronas sepamos respetarlo y no presionar, porque no sabemos por lo que ha podido pasar esa mujer.
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En fin, hasta aquí mi historia. Me encantaría que os animáseis a contarme vosotras/os la vuestra. Podéis dejar un comentario aquí en el Blog o en la publicación del grupo en Facebook “Proyecto Matronas” ;)
Espero que os haya gustado.
GRACIAS.
Maria.